miércoles, 7 de noviembre de 2018
Día de muertos
miércoles, 22 de agosto de 2018
Mudanzas Personales
jueves, 12 de julio de 2018
Crónica de un votante esperanzado
viernes, 4 de mayo de 2018
Justo en la memoria
domingo, 22 de abril de 2018
Historias de Lavadero (Debate2018)
miércoles, 10 de enero de 2018
Y donde están los indígenas?
viernes, 5 de enero de 2018
Yo ví a los reyes magos...
miércoles, 3 de enero de 2018
Puto el que no sea Puto.
Mañana voy a gritar “PUTO” en un estadio con mis hijos porque con ello nos hemos reído y disfrutado alcanzando una identidad nacional SIN ofender a nadie por su preferencia sexual.
Ser puto es inevitable.
Va más allá de la FIFA.
Le llamamos puto por cariño a nuestro mejor amigo.
Le decimos puto por coraje al que pretende robarnos a una mujer.
Le gritamos puto al que nos hace enojar.
Nos burlamos del puto al que le da miedo.
Nos reímos confesando que nos vimos muy putos cuando no nos atrevimos a hacer algo.
Es puto el que no canta y baila la rola de Molotov. Es puto el que tiene suerte.
Puto el que nos gana.
Puto el que lo lee.
En México todos somos putos, aunque sea en una de sus acepciones.
Puto es sinónimo de lo que el mexicano quiera. Es el equivalente a güey pero con más confianza o más enojo. Lo usamos diario, tanto que para la FIFA somos homofóbicos hasta con las cosas. Puto teléfono, puto carro, puto control, puto balón. También con los imponderables. Puto sol, puto tráfico, puto granizo, puto desmadre. Está arraigado en nuestra cultura. Lo decimos sin pensar en un hombre besando a otro. Es más, a ellos no se los decimos, al menos no en su cara porque se nos ha educado para ser respetuosos cuando detectamos a un gay entre nosotros. Salvo que sea nuestro amigo, porque entonces cabe el decirle puto, y es posible que él también nos diga puto sin que ello implique la posibilidad de acabar en la cama.
Vivimos en un país de putos.
El futbol debe estar libre de putos. De los putos protocolos que pretenden convertir el estadio en un Centro De reprensión. De los putos que se dan golpes de pecho juzgando el comportamiento de una sociedad en un estadio. Si se prohibe decir puto, se tendría que prohibir la difamación que para el árbitro significa ser culero o ratero. También debería castigarse cuando se exige la salida de un técnico en un linchamiento público. Tendrían que prohibirse los apodos. No más negros, hobbits y piojos. No mas putas wilas del América vs. las putas chicas del Guadalacaca.
Si le hacemos caso a la FIFA, el futbol tendría que estar prohibido. El Mundial segrega y fomenta el nacionalismo. Miles de turistas viajan esperando que su puto país se chingue al otro. Las porras contienen violencia. Las de los mexicanos que gritábamos donde están los putos brasileños que nos iban a ganar Los brasileños presumen superioridad y provocan depresión en otros al mostrar la Copa del Mundo. No hace falta competir. Estemos en paz sin enfrentarnos. Dejemos de jugar porque eso genera que perdamos el estilo.
No defiendo el grito de puto, que de tan repetitivo me ha terminado por parecer un puto chiste gastado. Defiendo la libertad del aficionado mientras sea inocente. El puto no es un plátano lanzado a una persona de color para hacerle ver que es un chango. El puto es el modo en que el mexicano se expresa. Para saludar, para burlarse, para reír y para desafiar. Si la FIFA y el puto Blatter escuchan eso y se imaginan con cara de horror a dos hombres teniendo sexo, es que no entienden que en México ser puto es inevitable.
Gracias puto Javier Cacho.
El Diablo Tiene Nombre
¿El diablo?
—Sí, el diablo
—¿Quién es el diablo?
—Es un ser malo que castiga a los que se portan mal. Es barbón y feo. Tiene cuernos y patas de cabra. Y huele a azufre.
—Yo nunca he olido el azufre. ¿Huele feo?
—Si! Fuchila!.. No quieras verlo. Es terrible.
—Pero… no entiendo; si es malo, debería premiar el mal, ¿no? ¿Por qué habría de castigarlo?
—Porque así es. Así que más vale que no digas mentiras. Y vete a jugar o algo, porque estoy muy ocupada…
Tenía como 8 años y como que la explicación de la abuela no me ayudo en absoluto, luego de meditarlo un poco tomé una decisión muy cabrona: esa misma noche, iba a atrapar al diablo. Eso de atrapar al diablo no sonaba como a cazar mariposas, y miren que cazar mariposas no es tan fácil como lo dibujan en los libros.Las mariposas son desconfiadas. Supuse que el diablo también lo era, y que no se dejaría atrapar tan fácil.
La primera noche ayudado por las pelis de “mi pobre angelito” extendí papel de china y dispuse hotwheels y piezas de Mecano alrededor de la cama. Mi cuarto tenía 1 ventana, así que no habría manera de que nadie entrara a jalarme nada sin tropezar o sin que yo lo notara.
La segunda noche, añadí un cobertizo improvisado con una sábana, y dispuse uno de esos adornos con tubitos de metal que algunas personas cuelgan en sus casas para que suenen con el viento por si acaso se le ocurría llegar volando. Luego supe que a esas cosas les dicen «llama-ángeles» —tenía a mi madre histérica y enojada preguntando por él en la mañana—, así que deduje que mi jefa encanijada podría asustarlo en vez de atraerlo. Para la quinta o sexta noche, mi cuarto parecía un puesto de mercado. Pero nada sucedía.
Luego de una semana pensé que quizá lo que estaba fallando era la carnada. Claro!. La abuela dijo que vendria por los mentirosos. Entonces me propuse mejorar y aumentar mis mentiras. Comencé a mentir al teléfono, diciendo que la gente no estaba cuando en realidad sí. Les mentí a mi maestra sobre lo que pasaba en mi casa, y a mi familia sobre lo que me pasaba en la escuela. Mentía diciendo que había visto cucarachas en la alacena, ratas detrás del refrigerador, y abejas en la zotehuela. Pero no apareció nada.
Estaba a punto de tirar la toalla, cuando una mañana en la escuela, llego un tipo que escribia cuentos de la República de Argentina (promocionado por la SEP), Era un viejo medio alto, gordo, barbón, y traía un morral negro y un suéter rojo. A esa edad que tenia no sabia a qué huele el azufre, pero sin duda él olía a eso:
—¿Tú eres el diablo?
—Sí, muy seguido…
—¿Y vas a jalarme las patas en la noche si digo mentiras?
—Claro que no. Sólo los diablos tontos hacen eso. Los más viejos y sabios escribimos y contagiamos el gusto de nuestros pecados literarios a quien nos lea y los hacemos discípulos. Me llamo Javier Villafañe…