domingo, 22 de abril de 2018

Historias de Lavadero (Debate2018)

Una señora, una de esas que no sale de su casa sin antes tomar un baño en crema nivea, llega al mercado. En su paso hacia el local donde venden las veladoras para atraer la fortuna y otras “bendiciones”, observa minuciosamente a toda la gente. De arriba a abajo, sus ojos juzgan los harapos del yerbero, hasta que se posan en una mancha de mole negro, y le dice sin dejar mirar la mancha:

«me llevo dos veladoras de san ricardo, un paquetito de semillas de millonaria -pero de las buenas, porque las que me llevé el fin pasado no han tenido efecto-, Y… ¿ya vio usté a la liiiceeenciiiaaadaaa?, quién sabe cómo le hace para traer ese carrazo, de seguro es puta la pinche vieja».

 Don Concho, acostumbrado al chismarajo, recibe el pago, hace caso omiso y le da la espalda a la vieja y el frente a la pequeña tele donde están pasando las luchas, deja salir un «auch» y se soba el lomo como si el golpe televisado lo hubiera recibido él. Busca el cambio de la señora, cuenta una, dos y tres monedas, se rasca la cola y le entrega la morraya a la pinche vieja -perdón, a la señito-. 

—Aquí tiene. Nomás no se olvide de prender las veladoras cuando haya luna llena y en domingo. 

Le dice el viejo marrano -perdón de nuevo, el don-. La señora no dice nada, guarda sus chingaderas en una bolsa muy bonita que su hija le trajo de Acapulco, y da la vuelta, eso sí, no sin antes echar otra escaneada general y encender su sistema «escuchotodo». En su trayecto a la carnicería se topa con las hermanitas “Caridad y Esperanza”:

—Buuueeenas taaardes, amiga. ¿A poco ya hicistes el mandado?, ¿taaan rápido?, no nos cuentes que vas a tener fiesta, amiga. ¿Por eso tan buapa? Ay amigas, qué va a ser. Lo que pasa es que hoy viene mi marido a comer con unos licenciados que le andan arreglando unos asuntitos y pues… hay que verse muy decentes… No como la licenciadaaaaa… 

Dice señalando con los ojos a la misma mujer, a esa del carrazo y que ahora está hablando con el carnicero de los motivos del alza de los precios. Y, las hermanitas, echando mano a su tradición milenaria de chismosas, abren los ojos como platos, para luego hacer una mueca y decir ¡dios mío! Mientras, las hermanitas terror se quedan a medio pasillo estorbando -como es su costumbre y para lo único que son buenas- al mismo tiempo que congregan a otras señoras y se informen unas a otras de los últimos sucesos de la colonia… Ah, pero son interrumpidas por el Chicles y su diablito fórmula 1. Ora ora, ábranlaaaaaa, ahí les vaaaaaaa, shiiiifff shiiiifff shiiiifff… Dicen que el Chicles llegó desde el Estado de México, persiguiendo el vicio…  es un muchachito adicto a las monas, principalmente a las de guayaba, que trabaja cargando bultos y rifándose uno que otro tirito aunque siempre pierda. 

*Nota, cualquier parecido con el debate de hoy es pura coincidencia.