viernes, 13 de septiembre de 2019

Crónicas de un melomano de clase baja.

En unos de esos recorridos por la tierra y de andar en ella, justo cuando me disponía a entrar al metro Barranca del Muerto, una morrilla promovia una bocina "Blutut" de una prestigiosa marca de equipos de audio (Bosé) me ofreció probar dicha bocinita azul turquesa. 

-Ándele, conéctela a su móvil y ponga su canción preferida, señor. 

-Canción?, Señor?... Igualada, le dije con la mente y enseguida conecté la pinche bocina a mi iPod. Como iba a entrar al metro, ya tenía lista la playlist de costumbre «música para evadir al pueblo», así que nomás subí al máximo el volumen y la dejé sonar (anexo rola al final de la historia)... Desde la primera milésima de segundo sentí fuego en los tímpanos, después sentía que el sonido me viajaba, me dio taquicardia, parecía que las vibraciones no cabían en mi cabeza y la harían explotar. Las tripas se me hicieron bola, se me pararon los pelos de la nuca y de los brazos. Los ojos querían llorar y los dedos de mis pies se cerraban como puños. El culo, la próstata, los huevos y todo lo que anda por ahí estaba contraído, concentrando al máximo la energía cósmica de mis chakras o como mierda se llamen. Fue una experiencia religiosa.

Le pregunté a la chica, en voz bajita, si esto no era ilegal, y muy segura me dijo que no. Y es que tiene años que no escucho música a decibeles dignos del difunto Polymarchs. Y pues tal, que terminó la rola y luego puse otra y luego otra y luego por la cara de «nomás era probar, wey» de la morrilla, pregunte por el precio de semejante maravilla. Cuando me dijo el precio, los tanates se me subieron a los ojos y casi suelto la bocina como si se tratara de un animal ponzoñoso. 

-Es neta?, pregunté. 
-Sí, pero ahorita están a doce meses sin intereses... me dijo la chica. 
-¡Ahhhhhhh... pues así menos!, le dije. 

Y ya le aventé la mirada de cómo era posible que alguien que usa el metro pague tal cantidad de dinero por la magnánima experiencia del fenómeno electromagnético, invisible y perfecto que es la música reproducida en tales aparatejos, así que preferí recordar mi pobreza extrema y sobre todo pensé en lo peligroso y destructivo que sería tener esa cosa sonando a diario en mi cabeza. 

-Lo siento, pero soy cobarde y prefiero mantener mi cordura a salvo, le dije a la chica, y le entregué aquella belleza. Así que ni modo Bocinita, tendrás que esperar a que un día sea millonario, o que vuelva en el tiempo a ser joven soltero y sin hijos y a que eso de los 12 meses no se me haga algo tan pendejo. Bays!.