lunes, 25 de mayo de 2020

Relatos Oníricos

Recordaba que por ahí de mis años púberes y adolescentes cuando padecía de insomnio. Fueron meses insoportables. Un amigo me contaba cosas extrañas sobre despertar en la madrugada. 

-Seguramente estás embrujado y tu cuerpo anda por ahí perdido y sufriendo... ¿Sabías que la hora en que el Diablo hace su graciosa aparición es a las 3:30 de la madrugada?, sí, justo cuando tú despiertas...», me decía. 

Y sí, en una de esas, soñé que despertaba a las 3:30 am. y con una urgencia inmensa de orinar. Llegué medio dormido al baño y para conseguir un equilibrio-necesario-no-salpicador, puse una mano sobre la pared. 
-¡Mierda, qué pasa?. maldije. 
-Mierda por mil!. Exclamé de nuevo.

Las razones de mis maldiciones era que mientras miraba la mano recargada en la pared y la que sostenía mi peculiar herramienta, les faltaban Los meñiques!. Sí, mis manos ahora sólo tenían cuatro dedos cada una. Por supuesto que mi primera reacción fue el susto. Sin embargo, mi optimismo (ese que sólo existe en los sueños) afloró de inmediato haciéndome pensar en un sinnúmero de ventajas: «desde ahora será más fácil meter las manos a las bolsas de los pantalones», «mejor aún, a la gente le dará asco mi condición y se negarán a saludarme», «qué bueno que nunca cultivé la horrible costumbre de usar el meñique como dedo estimulador femenino, ¡uf, qué suerte!», me decía y confortaba con oraciones de ese tipo, hasta que la lógica onirista me llevó a pensar en que qué tal que el diablo se aparecía justo a esa hora para robar los meñiques de los condenados y que lo entendieran como un pequeño aviso del infernal futuro. Pero detuve pronto mi carro al preguntarme para qué rayos querría el Diablo unos meñiques, mejor que robe pulgares, así confirmaremos que la evolución es una vil mentira... o qué tal, ¡qué mejor se robe las manos enteras! 

Después ya no sé qué pasó, lo cierto es que pensé en la razón de mi sueño y lo único que puede hilar es -y perdón si me paso de poeta- que leí en algún lugar algo así como «El cuerpo pertenece al Infierno y el alma al Cielo», sí eso.