miércoles, 7 de noviembre de 2018

Día de muertos

Cada año 2 de noviembre, Día de muertos, me pongo huraño y melancólico. Parte por mi historia personal, parte por tanto dolor e injusticia que veo en este mundo. Trato de desterrar los pensamientos tristes y lúgubres de mi mente, para que no inunden mi alma, y concentrarme en otras cosas que sean útiles para mi y para mi causa, pero a veces no es del todo posible. Entiendo que la muerte es un proceso natural, y que forma parte esencial del ciclo de la vida, pero, en mi humana condición, el tener esa consciencia de ella no hace mas pasajera la experiencia.

A veces quisiera volver atrás y revivir ciertos momentos, para atesorarlos mas; a veces quisiera tener mas cerca a las personas que amo, y en ocasiones no se como evitar perderme en mi mundo interno para estar mas presente en el aquí y el ahora. A veces lloro de tristeza al recordar a aquellas personas que ya se han ido, y a veces lloro de furia e impotencia por este mundo que quisiera cambiar. No lloro todo el tiempo. He aprendido a reír aun en medio de la desgracia; pero a veces, cuando tengo pluma y hoja frente a mi, o una computadora, y comienzo a plasmar lo que pienso y siento, imágenes vividas acuden a mi, y me incendian los ojos. Las lágrimas son necesarias para apagar ese fuego.

No puedo celebrar la muerte como buen creyente pero puedo disfrutar del colorido de las catrinas y las ofrendas. No quiero visitar panteones, ni asistir disfrazado a fiestas. Mis fantasmas y mis muertos  viven en mi corazón. Prefiero llevarles conmigo a llevarles flores. Prefiero rendirles homenaje mediante mis letras, para que de esa forma nunca se vayan, y de alguna forma nunca mueran. Confió en que sabrán entender mis ausencias, así como han sabido perdonar mis errores. Confió en que saben porque hago lo que hago, y se que siempre me acompañan. Me gusta creer que tengo su bendición.

No hay comentarios:

Publicar un comentario