sábado, 14 de mayo de 2016

Más Morras con huevos, porfa.

Unos cuantos cientos de imbéciles criticaron este trabajo. Tales imbéciles son justo lo que la teoría de la evolución señala como "profundas e inexplicables incógnitas de la vida". 

Mis amigos "vulgares" son casi tan inexistentes como mi fe en la humanidad. Esto obedece, básicamente, a que a mí no me gusta tragar ni oler ni ver mierda. Desde artistas transgresores hasta maestros albañiles, desde (ponga aquí el puesto cultural que guste) hasta el ginecólogo que borracho cuenta sus "simpáticas" aventuras sucedidas con sus pacientes, desde el docente de renombre hasta el taxista chambeador y erudito.

En fin, todos entramos, y me incluyo con vergüenza (aunque desde hace muchos años no. Sí, ajá, todos tenemos un oscuro pasado) en la violencia de género. Y digo todos porque son todos. No importa el barrio, el grado, el color ni la edad, es más, tampoco importa el género ni la preferencia sexual. Así que, independientemente de quiénes sean o de cómo sean, el remedio es el mismo para tal caso: levantar la voz, contestar con la misma agresión, pronunciarse con lo que le falta al ofensor: huevos. 

Pero si no desean optar por el camino de la violencia (yo digo que en este pinche mundo sobrepoblado de pendejos la radicalidad siempre será el camino), entonces inviertan su energía y tiempo en educar a los tarados que las rodean; hijos, padres, abuelos, amigos, etc. Aunque yo diría que es más fácil ejecutarlos a todos. 


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