miércoles, 3 de enero de 2018

El Diablo Tiene Nombre


¿El diablo?

—Sí, el diablo

—¿Quién es el diablo?

—Es un ser malo que castiga a los que se portan mal. Es barbón y feo. Tiene cuernos y patas de cabra. Y huele a azufre.

—Yo nunca he olido el azufre. ¿Huele feo?

—Si! Fuchila!.. No quieras verlo. Es terrible.

—Pero… no entiendo; si es malo, debería premiar el mal, ¿no? ¿Por qué habría de castigarlo?

—Porque así es. Así que más vale que no digas mentiras. Y vete a jugar o algo, porque estoy muy ocupada…


Tenía como 8 años y como que la explicación de la abuela no me ayudo en absoluto, luego de meditarlo un poco tomé una decisión muy cabrona: esa misma noche, iba a atrapar al diablo. Eso de atrapar al diablo no sonaba como a cazar mariposas, y miren que cazar mariposas no es tan fácil como lo dibujan en los libros.Las mariposas son desconfiadas. Supuse que el diablo también lo era, y que no se dejaría atrapar tan fácil.

La primera noche ayudado por las pelis de “mi pobre angelito” extendí papel de china y dispuse hotwheels y piezas de Mecano alrededor de la cama. Mi cuarto tenía 1 ventana, así que no habría manera de que nadie entrara a jalarme nada sin tropezar o sin que yo lo notara. 


La segunda noche, añadí un cobertizo improvisado con una sábana, y dispuse uno de esos adornos con tubitos de metal que algunas personas cuelgan en sus casas para que suenen con el viento por si acaso se le ocurría llegar volando. Luego supe que a esas cosas les dicen «llama-ángeles» —tenía a mi madre histérica y enojada preguntando por él en la mañana—, así que deduje que mi jefa encanijada podría asustarlo en vez de atraerlo. Para la quinta o sexta noche, mi cuarto parecía un puesto de mercado. Pero nada sucedía.


Luego de una semana pensé que quizá lo que estaba fallando era la carnada. Claro!. La abuela dijo que vendria por los mentirosos. Entonces me propuse mejorar y aumentar mis mentiras. Comencé a mentir al teléfono, diciendo que la gente no estaba cuando en realidad sí. Les mentí a mi maestra sobre lo que pasaba en mi casa, y a mi familia sobre lo que me pasaba en la escuela. Mentía diciendo que había visto cucarachas en la alacena, ratas detrás del refrigerador, y abejas en la zotehuela. Pero no apareció nada.


Estaba a punto de tirar la toalla, cuando una mañana en la escuela, llego un tipo que escribia cuentos de la República de Argentina (promocionado por la SEP), Era un viejo medio alto, gordo, barbón, y traía un morral negro y un suéter rojo. A esa edad que tenia no sabia a qué huele el azufre, pero sin duda él olía a eso:

—¿Tú eres el diablo?

—Sí, muy seguido…

—¿Y vas a jalarme las patas en la noche si digo mentiras?

—Claro que no. Sólo los diablos tontos hacen eso. Los más viejos y sabios escribimos y contagiamos el gusto de nuestros pecados literarios a quien nos lea y los hacemos discípulos. Me llamo Javier Villafañe…

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